En plena 1ª G. M. el ejército alemán se decantó por la construcción de aviones bombarderos estratégicos gigantes que tuvieran mucha capacidad de destrucción/fuego y recorridos de largas distancias, contando para esto último entre sus tripulantes con mecánico capaz de reparar sus motores en pleno vuelo. Esto llevó a los diseñadores de la industria aeronáutica alemana a embarcarse en unos proyectos que sacarían los colores al propio Julio Verne. Dado el estado de la tecnología aeronáutica del momento, estos aviones resultaron en su mayoría lentos, pesados, poco eficaces a las misiones asignadas, muy dados a los fallos mecánicos y consecuentemente con un alto índice de accidentalidad, lo que llevó a que muchos de los proyectos quedaran tan solo en eso.
La compañía ferroviaria Linke-Hoffman ubicada en la localidad alemana de Breslau, dio un paso al frente y con el empuje de si director de proyectos Paul Stumpf llevaron a cabo la fabricación del gigantesco bombardero cuatrimotor R-1 partiendo según pruebas teóricas en túnel de viento de la premisa que un enorme fuselaje en medio de alas podría tener éxito y darle suficiente sustentación a la aeronave. Esta teoría fue llevada al extremo de tal suerte que el fuselaje tenía tres cubiertas, la 1ª contenía la carlinga de pilotos y operadores de radio, en la 2ª se instalaba toda la motorización y mecánicos y en la 3ª la bodega de bombardeo y artillería de defensa del avión. Todo en este aparato era extraordinario, la motorización era manejada por los mecánicos según las indicaciones que recibían de los pilotos, el tren de aterrizaje no utilizaba ruedas convencionales, llevaban unas llantas de láminas de acero ancladas a los amortiguadores que en el primer ensayo tuvo que ser cambiado por otro sistema ordinario con ruedas neumáticas. Lo más radical en este modelo fue que en un intento de que fuera inadvertida su presencia, la parte posterior del fuselaje fue diseñada en un material celuloide transparente, que tenía los inconvenientes de ser altamente inflamable, no soportar los cambios de temperatura adecuadamente además de que según impactaban los rayos solares se originaban unas emisiones luminosas que le hacían parecer un pequeño sol en movimiento, con lo cual su pretensión de invisibilidad caía de lleno, tuvieron que recurrir finalmente al sistema tradicional de forrado en tela, aun así el primer prototipo fue terminado en el año 1917.
Llegado a ese punto el Servicio de Aviación Alemán consideró que su locura de avión gigante había tocado a su fín, suspende la fabricación de otros dos prototipos que tenían en marcha y le conceden una nueva oportunidad a la factoría Linke-Hofman a la que encargan la redacción de otro nuevo proyecto que denominaron R-II
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