PÚBLICO FAMILIAR – PROGRAMACIÓN ESPECIAL EN JULIO
Viernes, sábado y domingo, a las 20 horas – Precio entrada: 5 €
Títeres de cachiporra
El Teatro Arbolé cierra la programación especial del mes de julio con uno de los espectáculos más emblemáticos de su compañía titular, “Títeres de cachiporra”, que recoge la tradición más antigua del teatro para títeres. Son un clásico que tiene sus claves en la participación y el diálogo con el público, en el ritmo frenético de sus muñecos, y en el efecto catártico de la cachiporra. Uno de los personajes más célebres de este espectáculo es Pelegrín, con sus mil y una aventuras, un personaje que ha crecido con la complicidad de varias generaciones de niños. Recomendada para niños a partir de 3 años. Entrada: 5 €.
Pelegrín es un muñeco aventurero y pendenciero. Con la cachiporra realmente resuelve sus entuertos como a veces hay que hacerlo: abriendo la cabeza a la gente, no tanto para hacerles daño, sino para hacer que les entren las ideas. Pelegrín es, sobre todo, un antihéroe. Aunque su astucia le haga salir airoso de las aventuras más difíciles, no es un superhéroe, sino un superviviente. En muchas historias no se queda ni con la chica. Todo ello hace que los niños disfruten de las aventuras, las desventuras, el ingenio, la torpeza, el valor, el miedo, las verdades y las mentiras de este viejo héroe del teatro de títeres más popular.
Los Títeres de cachiporra representan obras de nuestro repertorio o adaptaciones de guiñol de célebres autores, como “Robaculeros”, “El ladrón de sandías”, “El sereno y el diablo”, “Pelegrín marinero”, “El paseo de Pelegrín”, “Pelegrín y el dragón”, La casa encantada”, “El fantasma de Morillo”, “La olla del diablo” o “La calle de los fantasmas”.
A través de Federico García Lorca ha llegado hasta nosotros la vieja tradición del teatro de cachiporra. Don Cristóbal en España, Puch de Inglaterra, Guiñol de Francia, Don Roberto en Portugal, Polichinela en Italia, etc., no son sino distintas caras de un mismo personaje, que en cada lugar ha tomado las peculiaridades locales, pero con un innegable tronco común. Lamentablemente, en nuestro país se perdió esa tradición, entre el olvido de los duros años de posguerra y la utilización maniquea e interesada de la cachiporra. El género se fue degradando hasta su práctica desaparición. Recientemente, distintos titiriteros están rescatando este clásico teatro de participación de su injusto olvido, tratando de devolverle su verdadero sentido y su justa dimensión
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